Al hacer memoria de los acontecimientos más significativos de la Historia de nuestro pueblo desde el Congreso Indígena hasta la actualidad, sentimos que “nuestro corazón se calentaba”, como les sucedió a los discípulos de Emaús mientras el “compañero peregrino” les hacia un recuento de las Escrituras relacionadas con la historia y la liberación del pueblo de Israel.
Pero cuando compartimos el Pan de la Palabra, “de repente se abrieron nuestros ojos” y pudimos comprender y analizar la realidad desde el corazón de nuestros pueblos que reconocen la presencia de Dios en todo lo creado.
Nos dimos cuenta que el sistema capitalista neoliberal, patriarcal, represor y dominante, no es todopoderoso; todopoderoso sólo es Dios. Descubrimos que nuestra fuerza principal está en la “armadura de la fe” que nos dice San Pablo en la Carta a los Efesios: la Palabra de Dios, la ética y la espiritualidad.
Ante el poderío de las transnacionales y de los gobiernos cómplices y aliados de las mismas, que buscan acaparar las tierras y los bienes naturales del aire, del suelo y del subsuelo, que Dios nos regaló, es necesario que tengamos el valor de plantarnos ante ellos y decirles: “¡detente, hermano, porque esta tierra es de Dios!”.
Esto nos llevó a profundizar en el compromiso de la hora presente: analizar los signos de los tiempos, cuidar y defender a la Madre Tierra, denunciar las estructuras de injusticia y de pecado que “matan a nuestro pueblo” (Papa Francisco), y construir modelos alternativos de economía y organización social que vayan conformando otro mundo posible y necesario y que sean signos del Reino que Jesús nos anunció.
Igual que los discípulos de Emaús, después del encuentro con Jesús, recobraron la esperanza y regresaron apresuradamente a Jerusalén a confirmar en la fe a sus hermanos, así también nosotros ahora regresamos a nuestras comunidades, para reanimarlas a que, todas y todos juntos, nos comprometamos a la gran tarea que tenemos que realizar:
•Concientizarnos y concientizar a las familias y comunidades sobre las realidades que estamos viviendo.
•Promover una formación integral que nos dé elementos para desenmascarar los engaños del sistema opresor y buscar caminos alternativos.
•Organizar las comunidades para el cuidado y la defensa de la Madre Tierra , buscando la unidad por encima de diferencias políticas, ideológicas y religiosas.
•Articular y reorganizar todas las áreas pastorales para llevar a cabo los compromisos de este Congreso.
•Con representantes de cada uno de los equipos conformar una instancia diocesana que de seguimiento a los acuerdos del Congreso.
•Conformar pueblos y comunidades que sean sujetos de su desarrollo y de su historia, capaces de resistir al sistema dominante y de construir alternativas de organización social y eclesial, donde se pueda vivir y disfrutar la autonomía personal y comunitaria.
•Seguir avanzando en la construcción de modelos de Iglesia autóctona, participativa, con equidad de género y compromiso social, que sea signo e instrumento del Reino de Dios.
•Exigimos a las autoridades del país y hacemos un llamado al pueblo para que se impida la siembra de maíz y de cualquier otro cultivo transgénico.
•Nos oponemos a los mega - proyectos y a la explotación minera depredadora.
•Nos oponemos a las reformas estructurales propuestas por el gobierno que promueven los intereses de las clases dominantes en perjuicio del pueblo.
•Nos pronunciamos en contra de estos más de veinte años de reformas agrarias de corte neoliberal, que no nos han tomado en cuenta como pueblos indígenas, comunidades campesinas y como nación.
Con la certeza y convicción de que otro mundo es posible, convocamos a las Iglesias hermanas, organizaciones sociales y a la sociedad en general a unirnos todos y todas a colaborar y trabajar juntos para que este sueño se convierta en una realidad.
Que este Congreso nos impulse a vivir una etapa nueva en el compromiso pastoral de nuestra diócesis en conjunto con todas las personas de buena voluntad, haciendo nuestro el mensaje del Apocalipsis de Juan que nos invita a superar un pasado de opresión, desolación y muerte y a comprometernos en la construcción de “los Cielos Nuevos y la Tierra Nueva”, donde reine la paz, el amor, la felicidad, la armonía y el equilibrio entre los seres humanos y con la Madre Tierra.
San Cristóbal de las Casas, Chiapas. 24 de enero de 2014
(Fonte: portal amerindiaenlared)
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